domingo, 18 de mayo de 2014


Cuento Realista.

Gracias a ella.



No recuerdo cuándo fue que comencé a sentirme sola. Quizás desde aquel día, o quizás desde el día que fui internada en esta clase de prisión llamada hospital. No suena tan mal al nombrarla así, pero sí cuando tienes cáncer, como yo.Las enfermeras pasaban volando de un rincón a otro. Me sentí aterrada al pensar por qué correrían así, pero después giré mi cabeza y vi a mi niña. Niña, aún con 35 años.

—¿Cómo te sientes? —preguntó con una señal de preocupación en su rostro. Toda aquella persona que expresan ese sentimiento: preocupación, hacía que en lo único que pensara fuera ese día.
Después de 45 años, me resultaba imposible olvidar las caras de mis dos hijas mientras caminaban por la calle al ver a todas esas personas sufriendo. Ellas seguían caminando, mirando de reojo ya que, aunque tenían 4 años cada una, sabían que mirar a alguien en esa situación no era lo correcto. Por eso, cuando vi que una de mis dos hijas frenaba de golpe mirando hacia un punto fijo, sabía que algo andaba mal.
Una mujer de unos 30 años, trataba de controlar a sus hijos que se encontraban corriendo de un lugar a otro dentro de una carpa. La vi temblado debido al frío, y ya con eso decidí que era mejor no mirar.


—¿Qué ocurre con esa mujer? —preguntó ella con su voz aguda señalando. 
Después de ver, pensé: "¿Dónde queda el respeto ante semejante situación?"
La frustración de esta mujer se notaba cada vez más cuando vi que suspiraba con fuerza, como reteniendo las lágrimas que no quería que cayeran.
—Tómate una foto —me pidió mientras tironeaba de mi brazo.
Miré hacia la cámara que se encontraba intacta desde que habíamos entrado a esa zona de depresión. No sólo buenos y dulces momentos tendrían que ser fotografiados, así que me acerqué y con todo el respeto del mundo, le pregunté si podía retratarla. Recuerdo su mirada de confusión por un instante, entonces le advertí que su nombre nunca sería publicado. Después asintió y siguió en su misma posición.
Las dos niñas que se encontraban con ella, también temblando, apenas cayeron en la cuenta de que estaba por tomarles una foto, escondieron sus rostros en el hombro de su madre.
Publiqué la foto en distintos diarios, hasta que comenzó a aparecer en diarios más importantes de lo que me esperaba.
Después de años, cuándo esa época de tristeza, dolor y depresión se había calmado, seguía preguntándome qué sería de la vida de esa mujer y de sus hijos. O más bien, como la estaría pasando ella después de todo por lo que había pasado.
Traté de localizarla, por varios modos; de reconocerla en alguna fotografía en la cual estuviera escrito su nombre.
—¿Puedes decirme... cómo te sentiste al ver a la mujer con sus dos niñas en brazos? —le susurré a mi hija, con la poca fuerza que me quedaba.
—Con mis 4 años, lo que apenas puedo recordar es tristeza —respondió, después de mirarme con la misma cara con la que estaba mirándome desde hacía unos minutos.
Después de no saber su nombre, pensé que había grandes posibilidades en las que ella podría haber visto la foto o que sus hijos la hubieran visto. En ese mismo instante, me sentí mal al no saber tampoco qué es lo que los niños sentían en ese momento. ¿Vergüenza? ¿Dolor? ¿Algunos no sabían qué era lo que pasaba?
Cerré los ojos, imaginando que, con esa foto, las personas podrían caer en la cuenta de que no debería pasar algo así como lo que pasó en la época de la Gran Depresión, o simplemente ver a una muer cargando a sus hijos preocupada, sin saber qué hacer.

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