domingo, 26 de abril de 2015

Crónica

 En el barrio de San Telmo, un hombre terminó con una denuncia por haber demostrado su amor de una forma bastante peculiar.

Una conquista trae más de una consecuencia

  ¿Hasta dónde puede llegar el romanticismo? Esto mismo se preguntaba la joven Julieta Venazi de unos 28 años cuando ayer tuvo que declarar por una denuncia contra su vecino. Este hombre llamado Gonzalo Alzamendi, abogado y soltero con aproximadamente 35 años de edad, es este típico muchacho que nos encontramos en la calle chiflándole a cualquier humano de sexo femenino, tenga 20 años como 70. Es ese que a esas alturas de su vida no encuentra su "media naranja" y no se le ocurrió mejor decisión que demostrarle el amor que le tenía a su vecina mediante un espectáculo con mariachis. Él remaba y remaba, pero no se daba cuenta que en vez de estar yendo a la orilla, se dirigía a la cascada.  
  El hecho ocurrió a horas de la madrugada, lo cual no fue nada amoroso ni para su vecina, ni tampoco para los demás en el vecindario. No fue un hecho íntimo y amoroso, sino que más bien desesperado y grotesco. El hecho fue como el escenario de una película que le da vergüenza ajena hasta al espectador.

Escena capturada por un vecino antes de que el derrumbe se produjera

  Según cuenta Carla Fonelli, quien vive en frente de la casa de Julieta, el hecho comenzó a eso de las 2 de la mañana. "Me despierto por unos gritos horribles, lo que para Gonzalo era llamado "cantar". Pero no me sorprendió en lo más mínimo. El muchacho venía tratando de conquistar Julieta desde hacía mucho tiempo. Él nos contaba que 'su mirada lo desnudaba', cuando en realidad ella ni siquiera lo miraba. Intentaba llamar su atención con cualquier cosa. Revoleaba cosas hacia el jardín de Julieta, para después ir con una excusa a la casa. Hasta una vez tiró al gato y el pobre calló miserablemente a la pileta sin saber nadar"
  Cuando de pronto se cansó de que su damisela no saliera a verlo, con una escalera subieron todos al balcón. Seguían cantando, sin que nada importase. Hasta que finalmente se dieron cuenta de que el piso no estaba en perfectas condiciones, sino que había sido remodelado. Cuando Gonzalo notó lo que pasaba, intentó bajarse, pero en el momento que pisó el escalón de la escalera vio algo que lo atormentó.
 Julieta venía caminando por la calle de enfrente con un hombre demasiado apuesto comparado con el flacucho que intentaba conquistarla desde el balcón. El acompañante tenía un cuerpo fornido que se notaba por debajo de la camisa ajustada que llevaba. No podía compararse con el cuerpo de Gonzalo, que con suerte iba al gimnasio una vez cada 6 meses.
  Los celos lo carcomieron vivo, y más aún cuando notó las manos entrelazadas de los dos tortolitos. Entonces desde el balcón, empezó a cantar hasta que sus pulmones se quedaron sin aire. "¡Salten, salten!" gritaba a sus compañeros. Fue entonces cuando comenzó a escuchar los crujidos de las columnas desplomándose, y posteriormente los escombro y la oscuridad invadieron su vista hasta quedar sin conocimiento.
  Se despertó por la tenue luz que logró visualizar a través de sus ojos semi abiertos y lo primero que hizo al despertarse y encontrarse frente a un montón de policías fue decir: "Quiero ver a Julieta", a lo que le respondieron: "Ya la vas a ver... en la corte" Sintió que el mundo se desmoronaba encima de sí, pero con las pocas fuerzas que tenía, no pudo evitar sonreír al darse cuenta que había logrado evitar ese beso de despedida entre Julieta y su robusto rival. 

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